* Artículo publicado en el Anuario 2023 de Gaceta Médica.

Si hay un rasgo que ha caracterizado a la Medicina a lo largo de la historia, ese es su poder para transformar la sociedad y, al mismo tiempo, adaptarse a los cambios y mejoras que se producen en esta. Así, no es de extrañar que participemos activamente de la revolución tecnológica que vivimos en estos momentos, traducida en el arranque de la inteligencia artificial, el big data y el comúnmente llamado ‘Internet de las cosas’ (intercambio de datos automático entre dispositivos y servidores).

La especialidad de Medicina Intensiva no es ajena a esta situación. Empiezan a crearse algoritmos de inteligencia artificial con análisis y aprendizaje automático, el llamado machine learning, aplicados a protocolos de diversa índole que mejoran la asistencia del paciente crítico y que nos permiten adelantarnos a la gravedad. Al mismo tiempo, se comienzan a desarrollar incipientes herramientas de simulación clínica y asistencial que integran gafas inteligentes (smart glasses); o se plantean sistemas de sensorización mediante el uso de nuevos dispositivos inteligentes, por citar solo algunos ejemplos. Sin embargo, pecaríamos de temerarios si dejáramos que estos diferentes desarrollos nos permitieran tener la sensación de que los intensivistas ya llevamos andado un buen trecho en la senda de la inteligencia artificial y que es un hecho en nuestras unidades. Al contrario. La automatización de tareas sigue siendo un reto en Cuidados Intensivos, y aun queda mucho por implementar en lo que respecta al manejo y uso de grandes bases de datos.

El desarrollo e implementación de esta revolución tecnológica debe ir en paralelo y consonancia con una digitalización clara de los servicios, y especialmente de la telemedicina. Si hay algo que constatamos durante la pasada pandemia en Medicina Intensiva es todo lo que podíamos aportar de forma remota. Los intensivistas siempre hemos defendido que nuestra labor se desarrolla más allá de las cuatro paredes de una UCI, y esto es así tanto presencial como virtualmente.

De sobra se ha demostrado el beneficio que para pacientes y familiares tuvo el uso de diferentes dispositivos para permitir el contacto y la comunicación entre ellos cuando la visita en las unidades no era posible. También es un hecho la eficacia de la apuesta por sistemas de intercambio de información y coordinación entre servicios de Medicina Intensiva de hospitales de diferentes niveles para la toma de decisiones relacionadas con la asistencia, la clínica o el traslado. Pero ni los programas de humanización ni los de planificación, gestión y organización se entienden si no hay un marco tecnológico adecuado.

No hay objetivo real en nuestra especialidad que no parta de esta implementación digital, ya sea la puesta en marcha de consultas y programas para el tratamiento del Síndrome Post-UCI o la adaptación e integración en redes nacionales e internacionales de registros de pacientes, cada vez más especializados. Pero si hay un campo en el que destaca esta imperiosa necesidad, ese es en el del entrenamiento y el aprendizaje, tanto a distancia como en simulación avanzada.

Los modelos para la adquisición de competencias, como por ejemplo los planteados por Medicina Intensiva en donación y trasplante de órganos para médicos residentes, no se conciben sin e-learning. También el entrenamiento en áreas a priori exclusivamente presenciales como el soporte vital inmediato al paciente crítico cardiológico o las competencias de ecografía adaptadas a los cuidados intensivos, por seguir citando solo algunos ejemplos.

Aun no conocemos dónde está el techo del e-learning, pero sí sabemos que no debe ceñirse solo al personal de nuestros servicios o a las futuras promociones de médicos. Lo sabemos bien desde la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias (SEMICYUC). Y es que ha sido precisamente esta herramienta la que ha permitido afianzar parte de nuestros programas de cooperación al desarrollo.

Gracias a la labor voluntaria de muchos intensivistas de nuestro país, hemos podido crear programas ad hoc de formación para colegas de servicios hospitalarios en países en vías de desarrollo o en riesgo continuo de emergencia sanitaria. Por ejemplo, en los hospitales de Ruanda en los que el programa solidario de cooperación internacional UCI Sin Fronteras de la SEMICYUC ha levantado servicios de Medicina Intensiva se complementan las lecciones que imparten los intensivistas españoles sobre el terreno con clases virtuales en remoto, permitiendo al mismo tiempo que el contacto sea más frecuente y el aprendizaje, continuo.

También dentro de UCI Sin Fronteras se han trasladado a otros países los programas de formación que han desarrollado los especialistas de la SEMICYUC en lo concerniente a la prevención de infecciones relacionadas con la asistencia sanitaria. Los Proyectos Zero, denominación que engloba los diferentes programas (Bacteriemia Zero, Resistencia Zero, ITU Zero, Neumonía Zero) y que en nuestro país se llevan a cabo con la Sociedad Española de Enfermería Intensiva y Unidades Coronarias (SEEIUC) y el auspicio del Ministerio de Sanidad, son un activo de un valor incalculable y ya estamos en disposición de exportarlos gracias al e-learning. Bolivia ha sido el primer país en el que hemos podido hacerlo y no me cabe duda de que, al igual que la ONT, será un modelo español de referencia internacional.

Medicina Intensiva abraza la revolución tecnológica sin perder de vista ni la humanización del paciente y su seguridad cuando ingresan en nuestros servicios, ni el bienestar de los profesionales para crear entornos de mejor calidad asistencial ni nuestro poder dinamizador. Un avance quizás no mayúsculo, pero si en la mejor de las direcciones. El camino está bien marcado.

Dra. Carola Giménez-Esparza
Presidenta de la SEMICYUC